domingo, septiembre 28, 2008

Despertar (2ª parte)

Yo contra el mundo.
Nace la primavera y algunos dejamos de levantarnos en tinieblas. Un poco de luz, baldazos de luz derramados sobre la madera del aparador, tocar el lado frío de la cama dos plazas.
Frío.
Uno puede ahogarse en esa frialdad.
Me imagino mi garganta como una profunda cueva, estalactitas y estalagmitas de hielo dejándome mudo. Hundiéndome en ese bloque de hielo como un héroe prehistórico atrapado en la ceguera de la tundra.
Frío.
Es muy temprano para sentirse solo. O muy tarde para arrepentirse, es lo mismo.
Dualidad.
Como la odio.
Me ducho y siento como si me despegara pedazos de sueños, incoherencias, una piel que no es la mía.
Eso.
Debe ser eso.
En mis sueños soy otro y al volver al mundo devuelvo el traje. Nada de doblárselo. No sé doblar la ropa. Más bien es arrancármelo y tirar los pedazos por la alcantarilla del baño.
El agua cayéndo. Golpeando contra mi como el ataque o el desembarco más inofensivo del
mundo.
Las paredes y el techo.
Todo comienza a volverse más y más concreto,adquiriendo real volumen a medida que voy despertando.
Como si de pronto realmente estuviera allí.
Sí, hay una parte mía que niega la realidad. La niega constantemente: es una viejita tras un mostrador que te dice que te dio bien el vuelto. O aceptás y volvés por donde viniste o bien te podés quedar ahí discutiendo hasta el fin de los tiempos.
Apoyo la frente en el antebrazo y escucho una vibración.
Dentro de las paredes.
Dentro mío.
Fuera.
Mi nota es disonante en la sinfonía universal.
Estoy fuera de tiempo.
Como sea, salgo de la ducha y una vez vestido salgo al mundo.
Nazco hacía él, desde él mismo.
Yo contra el mundo.
Mano a mano.
Quiero decirle esto:
Sabés que pierdo todos los días.
Todos los días.
Lo que no sabés es que aprendo.
Aprendo sonriendo.
Y lo peor de todo, lo que debería preocuparte, es que no espero mi victoria.
Nada más espero aprender lo suficiente para caer con rumores de gloria.

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