miércoles, julio 16, 2008

Una novela: El guardián en el centeno




Acabo de terminar de leerla. J.D. Salinger es el autor. Me cuesta encontrar palabras para describirla. Sencillamente, es de esos libros que después de leerlos pienso: "Esto debería ser material de lectura obligatoria en las escuelas secundarias" Después recuerdo que en este bendito país apenas si leen un capítulo del Quijote o Continuidad de los parques de Cortázar... que no tiene más de mil palabras.

The Catcher in the Rye es una novela escrita en primera persona, en primerísima persona. El joven narrador usa un lenguaje simple, vulgar y, en muchos momentos, cómico. Es un adolescente que no encaja. Que odia tanto la hipocresía que no tolera ni ver películas. Ningún tipo de ficción. Es bastante irónico, teniendo en cuenta de que estamos leyendo eso mismo.

Pero lo importante es ver como Salinger a través de la aguda ingenuidad del personaje nos hace notar esas fisuras que la sociedad tapa constantemente, ese elemento ridículo que tienen las convenciones generales con las que nos manejamos con nuestros congéneres.

Nos enseña nuestra continua reducción a grupos donde predomina algún estereotipo(deportistas, intelectuales, fenómenos, lo que sea) para sentirnos seguros de nosotros mismos.
Somos temerosos a lo diferente, no descubro nada diciendo esto. Lo gracioso es ver los puntos en común que tienen esos acuerdos tácitos de convivencia. En definitiva, nadie está tan lejos del otro cuando de egoísmo o miedo hablamos. Por supuesto, estoy generalizando. Hay excepciones que justifican la regla.

Volviendo a la novela, me resultó muy sencilla de leer. Es su significado intrínseco lo que valoro. No esperen floreos metafóricos ni vuelos estilísticos que, bueno, a mi suelen cansarme. Prefiero cuando escriben de esta forma. Quizás por eso no terminé jamás Rojo y Negro de Stendhal.

Y si. A mi tambien me encantaría ser El guardián en el centeno. Si no fuera que la conversación la tiene el protagonista con Phoebe, su hermana pequeña, hasta le robaría la frase.
Aunque... si, cuando alguien me pregunte que quiero ser de la vida, que espero de la vida, les voy a responder:

- Me gustaría ser el guardián entre el centeno.


Este es el párrafo donde la pequeña revelación explota:




—¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir?

—¿Qué?

—¿Te acuerdas de esa canción que dice, «Si un cuerpo toma a otro cuerpo, cuando van entre el centeno...»? Me gustaría...

—Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno» —dijo Phoebe—. Y es un poema. Un poema de Robert Burns.

—Ya sé que es un poema de Robert Burns.

Tenía razón. Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno», pero entonces no lo sabía.

—Creí que era, «Si un cuerpo toma a otro cuerpo» —le dije—, pero, verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los salvo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Phoebe se quedó callada mucho tiempo. Luego, cuando al fin habló, sólo dijo:

—Papá va a matarte.

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