lunes, mayo 19, 2008

Once: De como la belleza estalla en cada esquina.



El poster de la peli dice "¿Cuantas veces vas a encontrar a la persona adecuada?"
Eso mismo me pregunto yo...



Me enamoré de la protagonista.



Gracias a las insistentes recomendaciones de mi amigo Gastón(cercanas a la coacción) me encontré una noche con el tiempo y las ganas suficientes para enfrentarme a esta película irlandesa. Llegaba a mi como una incógnita, con la extraña música del azar rodéandola(sí, sigo leyendo a Paul Auster). Desde el primer cuadro, al ver al artista callejero con su guitarra comenzó a crecer en mi una absoluta empatía, y a medida que la camara comienzó a soltarse en esa Irlanda que se me antojaba misteriosa y empequeñecedora, fui enamorándome una vez más... esta vez de una película.

Es increíble como el cine independiente sigue demostrando como se puede contar una historia con un par de buenos actores y un guión consistente y austero, sin mostrarnos nada que sea ajeno a nuestra vida misma. La sensación que me dejó Once, la sensación que va más allá de la esperanza o la reflexión que me provocó, es de que la belleza vive entre nosotros, estallando en cada esquina, en el amor que profesan algunos, hacia su arte, hacia la vida, hacia otra persona.

Las canciones de la película son magníficas en su simpleza, nos transmiten sensaciones que no nos cuesta nada hacer propias: la impotencia de un desamor, el orgullo propio para sobreponerse, nuestra infinita(y muchas veces no asumida) misericordia para aquellos a los que quisimos.

Es cierto, muchas veces nos ahogamos en nuestra incertidumbre. Muchas veces caemos en nuestros propios laberintos. Pero sépanlo, la persona que necesitan está ahí afuera, sólo que todavía, entre ustedes, no saben cuanto se necesitan.

Once nos muestra eso, y lo hace con una humildad que raya en lo sublime.

Como dijo Steven Spielberg luego de verla... Once me regaló inspiración para lo que queda del año... yo agregaría que también me regaló el tibio calor de la esperanza renovada.

lunes, mayo 12, 2008

El legado de quienes van quedando atrás

Nunca se terminan de ir. Tomás un plato, una cuchara, algún objeto de un pasado remoto o cercano y los espíritus te toman por la espalda, indefenso, y pronto eres un gigante con pies de barro hundiéndote en la más absoluta soledad, sosteniendo los pedazos de un sueño roto, de una esperanza que se desgranó como un castillo de arena entre tus dedos.
Es difícil vivir entre el legado de quienes van quedando atrás. Al recibir la primera oleáda de pánico, ves que no se trata de un mar calmo; vas caminando por la calle y tus pasos ya no son nuevos pasos, es un camino que ya hiciste antes, una sonrisa que ya no está, un hueco en tu mano vacía.
Los que van quedando atrás, los que van hundiéndose en las frías aguas de la memoria, estiran sus garras, te toman del cuello, te quitan la respiración otra vez, te sumergen una, una y otra vez, te ciegan con sus pases de mago, como cuando al ver una película vieja te inunda la melancolía de volver a la versión de un mundo que ya no existe, un mundo que ahora sólo es ceniza y vacío, un mundo barrido por el viento del ayer, mundo lejano, utópico y aniquilador...
Asi, comienzas a sentir que cada uno de ellos quedó atado a ti con una extraña cadena, de la que jamás sabes cuando volveran a tirar... es la extraña música del azar, la profunda conciencia de que quizás nada tenga sentido, el eterno sabor que deja el pasado en tu boca.
Una vez más paseas entre figuras de cartón, entre cartas a medio escribir, entre situaciones recreadas donde imaginas que no fuiste un cobarde: El requiém de los sueños rotos tiene la melodía endulzadora del canto de las sirenas... vas otra vez a estrellarte contra los arrecifes de pesadillas inconclusas, que se abren en un mar embravecido como heridas lejanas, profundas, infranqueables.
¿Que somos sino esas heridas?
¿Que somos sino aquello que dejamos atrás?
Franqueamos cada día el umbral de una batalla hacia la nada, hacia la desesperación de no ser lo que otros quisieron que fuéramos.
Entonces, una frase a los que dejamos atrás: "Prefiero ser el atormentado Rey de un castillo solitario y no ser el bufón del nefasto sueño de otro."

Me perderé tan bien, pero tan bien en los pasillos de mi reino, que no podrán jamás encontrarme...