El poster de la peli dice "¿Cuantas veces vas a encontrar a la persona adecuada?"
Eso mismo me pregunto yo...
Me enamoré de la protagonista.
Gracias a las insistentes recomendaciones de mi amigo Gastón(cercanas a la coacción) me encontré una noche con el tiempo y las ganas suficientes para enfrentarme a esta película irlandesa. Llegaba a mi como una incógnita, con la extraña música del azar rodéandola(sí, sigo leyendo a Paul Auster). Desde el primer cuadro, al ver al artista callejero con su guitarra comenzó a crecer en mi una absoluta empatía, y a medida que la camara comienzó a soltarse en esa Irlanda que se me antojaba misteriosa y empequeñecedora, fui enamorándome una vez más... esta vez de una película.
Es increíble como el cine independiente sigue demostrando como se puede contar una historia con un par de buenos actores y un guión consistente y austero, sin mostrarnos nada que sea ajeno a nuestra vida misma. La sensación que me dejó Once, la sensación que va más allá de la esperanza o la reflexión que me provocó, es de que la belleza vive entre nosotros, estallando en cada esquina, en el amor que profesan algunos, hacia su arte, hacia la vida, hacia otra persona.
Las canciones de la película son magníficas en su simpleza, nos transmiten sensaciones que no nos cuesta nada hacer propias: la impotencia de un desamor, el orgullo propio para sobreponerse, nuestra infinita(y muchas veces no asumida) misericordia para aquellos a los que quisimos.
Es cierto, muchas veces nos ahogamos en nuestra incertidumbre. Muchas veces caemos en nuestros propios laberintos. Pero sépanlo, la persona que necesitan está ahí afuera, sólo que todavía, entre ustedes, no saben cuanto se necesitan.
Once nos muestra eso, y lo hace con una humildad que raya en lo sublime.
Como dijo Steven Spielberg luego de verla... Once me regaló inspiración para lo que queda del año... yo agregaría que también me regaló el tibio calor de la esperanza renovada.